El Ser Humano peca de cauto en muchas ocasiones. Cuantas veces nos arrepentimos por no haber hecho esto o aquello. La prudencia, el miedo, la ansiedad... nos limitan. Cambiar de actitud no es fácil pero tampoco imposible.
Las Nuevas Tecnologías nos permiten sumergirnos en una inmensidad de temas en formato blogger y/o videoblogger. Irene Jotadé y Gonzalo Llamedo (Murmullos de Tinta), lo describen muy bien. Cada uno a con su estilo:
Reencuentros en la sombra
Dicen que valientes y cobardes
comparten insomnio. El valiente porque no consigue aparcar la marabunta de
ideas que lo invitan a mejorar cada cosa de este mundo, a buscar un por qué, a
luchar por lo que quiere sin conformarse con lo que le rodea. El cobarde porque,
en cambio, no tiene ninguna pretensión de buscar alternativas, ya que básicamente
es incapaz de hacerlo, no tiene el cromosoma determinación y ello le genera ansiedad.
Valiente y Cobarde comparten vela
y se miran desafiantes mientras esta se consume lentamente en el tiempo
entre
ellos. Cobarde desearía poder ser Valiente por tan solo un minuto para
soltar al viento toda esa retahíla de despropósitos que le oprimen el
pecho cada noche cuando se
mete entre las sábanas. Valiente, sin embargo, le robaría su parsimonia
aunque fuera
un cuarto de hora para vaciar su mente y abandonar esa crítica suicida
contra la sociedad de este mundo.
Pero en el fondo a Valiente le
gusta ser Valiente y tener sus conflictos diarios y sufrir por sacarlos adelante
y disfrutar después del éxito personal con la lengua fuera, porque para él el
sudor vale más que el dinero y es lo que lo mantiene con vida. Y por supuesto a Cobarde le encanta sentirse
protegido en su burbuja estandarizada, en el más vale olor a rancio conocido
que colonia por conocer. Será que, a pesar de todo, el conformismo lo acerca
más a la realidad, es más palpable y ayuda a no pegarse la hostia, mientras que
el resto son sueños intangibles, son saltos en paracaídas a veces con caída
acertada, sí, pero otras con la tela rasgada y final desafortunado.
Si vale la pena el riesgo o no,
eso nunca podremos medirlo con objetividad. Valiente siempre será
valiente y
Cobarde siempre será cobarde. El primero te insistirá en que sí y el
segundo hará un gesto negativo con las manos. Quizá por ello se envidien
y se admiren al mismo
tiempo. Y pasarán años, décadas o siglos, que nunca conseguirán
entenderse ni
saber si están mejor solos o acompañados.
Seguramente ambos sufren la
incomprensión del otro, cada uno a su manera, pero lo que está claro es
que
Valiente la detecta mucho antes y la siente más suya, más intensa; se la
lleva
a su terreno y la analiza por todos lados a la luz de la vela tratando
de hacerse una composición
mental del prisma. Para cuando Cobarde se dé cuenta seguramente ya se
habrá consumido la cera, lo que no quiere decir que le preocupe menos,
pero es que el pobre
siempre ha suspendido en Geometría y no es hábil resolviendo
complicaciones.
Cuando esté preparado para recuperar la materia, Valiente ya se habrá
dormido de la extenuación,
habiendo agotado toda la casuística del problema y clasificado el examen
en un archivo de su cabeza. De hecho, conociéndolo, ya se habrá dormido
poniéndole nombre a la carpeta que archivará el siguiente dilema.
Sea como fuere, al menos Valiente se dormirá satisfecho en su agotamiento y conciliará el sueño con una sonrisa en los
labios tras haber intentado lo imposible, mientras que Cobarde seguirá con los ojos abiertos cuando la vela se
apague y acumulará durante toda su vida el miedo a lo que pudo haber sido y no
fue, el miedo a tener que batallar sin armas emocionales con las sombras de su pasado.
Gonzalo Llamedo
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